25 de dezembro de 2010

El camino pausado


Son mis pasos lentos y silenciosos,
de un sonido que tan sólo yo escucho.
Mis pasos, milenarios, siguen caminando
desde que el mundo es mundo,
y el filo de mi tierra final del mismo.
Es mi recuerdo el mejor legado:
mis letras bañan las gargantas y lenguas
de personas nobles, cultas, generosas.
Puedo divisar a mi izquierda
la acuosa inmensidad azul,
el jardín marino que nutre de labor a mis hijos
y viste de codicia a mis hermanos.
Bajo mis pies tengo la tierra desheredada,
la hermana que huyó pronto de casa,
el espejo donde verme reflejada.
Si giro mi vista hacia la derecha,
la vacía inmensidad me atormenta;
presiento avecinarse una lluvia imperativa,
escrita en una lengua que no alcanzo a comprender.
Diestramente se avecina una tormenta.

La paciencia me otorga la capacidad
de discernir entre sus discursos y mis razones:
ellos escriben, yo lo grabo en mi cuerpo.

Tengo en mí la ventaja de la calma,
la lentitud de mi piel y mi fauna.
Mi pasado me otorgará la razón futura.
Llegado su momento alzaré mi voz,
mis hermanos comprenderán
que mi origen es puro,
que mi presente es pasado,
que mi futuro está por escribir.
Yo doy significado a la paciencia
Soy el silencio que no calla,
la necesidad de volver, la huida obligada.

Solo hay una forma de sentirme, maternalmente.

1 comentário:

Anónimo disse...

Un canto fermoso a unha terra máis fermosa aínda.
Bicada con morriña nun rato libre desde Asco de Garay.