las olas del mar no podrán ocultar,
que los recuerdos de tus calles sombrías,
tristes me recuerdan ese olor a sal.
Si los besos no los guardara el miedo,
la rutina de los sermones no importaría;
que cuando la boca me cierra el ego,
los rivales merman tu melancolía.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche;
Neruda en el corazón, versos del quince y del veinte,
compartir afición al rimador de chile;
me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Si una lengua románce me sirve de pretexto,
la utilizaré para mostrar algo más,
mostrar una palabra, una sonrisa, por ejemplo,
una duda que te recuerde ese olor a sal.
Iago Morais
Getafe, 4 de mayo de 2008