10 de novembro de 2008

El mejor regalo

... Erase una vez, una barca de rumbo improvisado, sin velas, ni viento, dispuesta tan solo con un par de viejos remos, navega sin gran decisión evitando perder el norte. Teme que las grietas en su madera cedan al paso del agua, es consciente de que bajo el agua que le permite navegar subyace constante el peligro de hundimiento.

Que aquello que necesitamos para funcionar pueda volverse en contra es algo así como una broma macabra, piensa en voz baja. Está agotada de buscar la solución para hallar el equilibrio en la ecuación.

... mientras busca, sonríe de cuando en cuando para sí recordando con gratitud la luz de aquel sol de otoño que sin saber muy bien cómo consiguio despistarla y obsequiarla durante horas con un mar en calma.

Ojala conserves siempre esa luz, Iago.
¡Se feliz!
Gracias...
Espero verte pronto.