Siéntate a pensar, a imaginarte
por un momento que tú y yo,
o cualquier otro también,
disimulados en el transito a la noche,
tras el último rayo de sol,
siendo observados por el infinito,
dejemos en este lugar las vestiduras,
los aparatos que violan nuestra humanidad,
los teléfonos, las conexiones sin hilos,
las luces de artificio.
Que nos comamos en un menú de palabras,
de metáforas, de profundos sinsentidos,
que el desnudo te llegue al corazón,
para verte el alma,
como observaría en otro momento
al frondoso misterio
entre tu izquierda y tu derecha.
Ahora, que solos estamos tú y yo,
o cualquier otro también,
empecemos a desconocernos,
a descubrir nuestra incertidumbre infiel,
que no hay nada como tus veinte años,
ni siquiera la nostalgia de quien los pudiera tener.
Y no seré yo quien pregunte
por la ausencia de tus orgasmos
cuando no los alcance a ver,
aunque sea lo que me lanza a otros cuerpos,
a ser posible jóvenes,
idénticos en forma, idénticos en gesto.
Pero no.
Por más que parezca pretencioso,
pretendo ansiarte cada noche,
que seas cierto amor a este lado de la cama,
aunque temo que para conocer el amor,
para poder decir que estoy amando,
debo sentarme a observar
como aprendes el amor,
conociendo a cientos de hombres,
con sus cientos de noches
hasta olvidar sus cientos de nombres.
Y mientras tanto el ímpetu me llama
a continuar trasegando cuerpos de desecho,
y no me arrepiento
al reconocer que disfruto alquilando un apartamento
con vistas al centro,
para hacerte el amor, vestirme
y buscar un nuevo encuentro.
Añoranzas de tantas ciudades,
bares y caras ahora irreconocibles.
Son infinitos los paisajes desérticos,
habitados por tu cuerpo y mi cuerpo.
Siendo huésped foráneo de tantas casas
como seres he querido,
recordando cómo crujían las maderas del suelo
mientras me hacías gritar
pretendiendo alcanzar el cielo.
Cada historia es una fiesta,
a veces solo en cueros,
en cuerpo y alma a veces.
En esta soledad insólita,
siniestro es el amor disperso.
Ahora que vives mi juventud vivida,
te recuerdo los retos de tu tiempo:
un encuentro anónimo,
experiencias de promiscuidad;
que el amor no es lo primero que luce
sino lo último que brilla.