Da vértigo admitirlo.
Pronunciarte fue asomarse
con el alma a un acantilado,
dejar soledad al decirlo,
rozarte la piel, ya inerte,
en aquellos lugares
donde ya no estamos.
Pronunciarte fue asomarse
con el alma a un acantilado,
dejar soledad al decirlo,
rozarte la piel, ya inerte,
en aquellos lugares
donde ya no estamos.
Da vértigo admitirlo.
Esta noche me ha sido imposible
evocarte sin olvidar
el daño de los años,
de las verdades a medias,
escribiendo punto y a parte,
dejando la vida a un lado.
Da vértigo admitirlo.
Esta noche no es como las de antes;
estaba lleno de ella
¡Qué instante de fortuna!
Fui a olvidarte con las estrellas,
y por recordarte,
me estrellé con la luna.